Para todos todo. Para nosotros nada.



"Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella.

Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche,

para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte,

para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz.

Para todos todo.

Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía,

para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta.

Para nosotros nada."

Cuarta declaración de la Selva Lacandona


El 19 de diciembre del 2001, la ciudad de Buenos Aires fue escenario de un gran estallido social que reflejó el profundo repudio al gobierno del entonces presidente Fernando de la Rúa. La explosión desencadenada en ese momento particular no es un hecho aislado sino que es parte de un movimiento que se comenzó a forjar a mediados de la década del 90 como consecuencia de la marginación que trajo consigo la economía neoliberal.

Las políticas antipopulares como el corralito de parte del ministro de Economía Cavallo, contextualizadas en una crisis económina y una inflación creciente, generaron el malestar de todos los trabajadores, estudiantes y desocupados a lo largo y a lo ancho del país. Otra vez, se pretendía que el pueblo pague los platos rotos. Así se gestó una gran rebelión popular que a falta de comida no tardó en saquear mercados, negocios y salir a las calles de Buenos Aires y otras ciudades, pese al estado de sitio decretado por el entonces presidente. Al no poder manifestarse en sus antiguos espacios de trabajo los desocupados comenzaban a tomar las calles y la palabra piquete comenzaba a sonar en noticieros, diarios y cabezas de los argentinos.

La brutal represión policial intentó dispersar las protestas, dejando muchos muertos, pero la organización del pueblo era imparable. La frase “que se vayan todos” resonaba por todos lados y nadie tenía pensado parar hasta que ésta deje de ser sólo una frase. Y así fue como el 20 de diciembre, estando la casa rosada cercada por el pueblo, nuestro presidente tuvo que salir de ella en helicóptero -a pesar de haber anunciado tres horas antes que no renunciaría a su cargo-. El poder popular se constituyó como fuerza política y creó una gigantesca deslegitimación institucional: la situación de doble poder enfrentando, por un lado, el poder institucional y, por el otro, el de la gente en las calles y las asambleas populares. El “que se vayan todos” se hacía cada vez más fuerte.

Para quienes todavía creemos en la organización desde abajo estas jornadas de lucha son una inspiración de cómo hacer política (politikós “ciudadano”, “civil”, “relativo al ordenamiento de la ciudad”). Ante la presión de los homogenizadores de la política y los medios de comunicación, quienes intentan imponer que la política es meter un papel en una urna y acatar las decisiones de quienes elegimos, nosotros decimos NO. La democracia (“demos” pueblo, “kratos” poder o gobierno) se hace con participación, con lucha y desde abajo. La mayor enseñanza que nos dejaron estos hechos fue a no acatar las decisiones de quienes se oponen a las mayorías, a meternos todos en la política y a no recaer en los prejuicios heredados de la trágica década de los 70s.

Hoy podemos ver como estas injusticias se repiten una y otra vez. Sin ir más lejos, el pasado lunes nos vimos reprimidos por levantar las mismas banderas que se levantaron en toda la Argentina hace 8 años, pero en el contexto de la Universidad pública. La policía volvió a atacar a los estudiantes por exigir participación en las decisiones que se toman en la educación pública (de pueblo). A pesar de que el actual gobierno nos quiere hacer creer que revindica todas estas cuestiones, no ha hecho más que continuar con la misma concepción de la política (como demuestra con la nueva ley de reforma política*) que se viene forjando hace años donde las mayorías se ven excluidas de las decisiones y su discurso “progre”, que intentó recomponer un sistema de gobierno, ya se cayó a pedazos: dicen estar con el pueblo pero están más focalizados en pagarle al club de parís y el FMI en vez de satisfacer las demandas populares y, así como se jactan de enjuiciar a los militares de la dictadura, reprimen ferozmente al pueblo que se manifiesta por trabajo, salud, educación.

El sábado 19 de diciembre se realizará la movilización que vienen repitiendo año tras año, desde el 2002, distintas organizaciones sociales, de izquierda, estudiantiles, etc. con el fin de recordar (no solamente en el sentido rememorativo) esta fecha que marcó un antes y un después en nuestra historia y demostró que el poder del pueblo organizado es imparable. Hoy en día siguen vigentes el hambre, la injusticia, la desocupación, la represión policial, la corrupción, y todos aquellos factores que hicieron explotar de rebeldía a un pueblo que no estaba dispuesto a quedarse callado. Por esto, a ocho años del argentinazo, todas las banderas del 2001 deben seguir siendo levantadas por nosotros. Si el presente es de lucha el futuro es nuestro.


*La reforma política apunta a reflotar y darle vitalidad al sistema partidario imponiendo internas abiertas, obligatorias y simultaneas para la elección de candidatos reforzando la idea de que los partidos son la vía de participación política. Además establece criterios muy restrictivos para que un partido pueda presentarse a elecciones favoreciendo así a los grandes aparatos políticos.


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